Ya lo decía la
canción de Reincidentes por los años 90: “Sin vicio no puedo estar, vicio,
vicio…, y es eso lo que me está sucediendo a mí desde hace unas semanas.
Reconozco que soy un
ser ignominioso como decían es sus actuaciones los grandes de Faemino y Cansado
en el Orgullo del Tercer mundo, pero no es precisamente por leer al
existencialista Kierkegaard, con el que se te perdonaba todo…, yo estoy
enganchado al COMUNIO, hasta las trancas.
Un juego que unos
amigos me metieron en vena la temporada pasada y del que ahora no puedo salir.
Bueno, que ya me gustaría a mí saberme las leyes tan bien como las
características de todos los jugadores de la Liga.
El juego es sencillo,
de los que te vician hasta la médula. Contratas a unos jugadores con dinero
imaginario, especulas con ello, como si fueras un gran agente de bolsa de Nueva
York, y luego planteas una táctica a seguir a lo Del Bosque para que un
cronista del periódico deportivo AS, los puntúe según jueguen tus jugadores en
la jornada de Liga. Sencillo, ¿verdad?, si, ¿un juego de niños?, también, pero
me tiene atrapado.
Me paso las semanas
intentando fichar y vender jugadores en los ratos libres que me deja el
trabajo, a veces son demasiados. Me fustigo por no pujar en condiciones por
delanteros de renombre, y me calmo cuando un tal Havenaar, delantero japonés
del Córdoba, cae en mis redes.
Planteo desde el
jueves la táctica a seguir, hablo imaginariamente con mis ayudantes, leo el
foro del juego para saber si los Oráculos, gente que está muy metida en la
actualidad de las plantillas de los equipos, comentan como se encuentran los
futbolistas, como han entrenado y posibles onces a poner por parte de los
entrenadores.
Descarto a primera
hora del viernes a unos cuantos por motivos deportivos, y me quedo al final del
viernes con un once tipo con el que voy a disfrutar, mejor dicho, sufrir como
un cosaco el fin de semana.
Veo los horarios de
los partidos en los que tengo jugadores en liza y si puedo los veo.
Y el sábado, me encuentro, sobre las 16 horas
de la tarde, en el sillón de casa,
viendo por el Ipad, un apasionante Celta Vs Almería con una tensión inusitada, rechine
de dientes y enfurruñado porque el técnico de turno no cuenta con Soriano,
medio del equipo andaluz que parece haber perdido la titularidad a pesar de su
inteligencia en el juego y su gran llegada al área rival. Me encabrono con el
entrenador y mal digo su suerte. Ahora voy con el Celta, que se joda Francisco,
entrenador almeriense.
Pero no creas que me
vuelco con el equipo vigués, sólo con el delantero centro que tengo puesto en
mi once del COMUNIO, Larrivey, un
cazagoles, que cada vez que no está en el corazón del área para rematar le miro
con cara de sádico y le grito: tenias que estar ahí Larry!!!!, como si el tío
me fuera hacer caso.
Luego diviso en la
banqueta de cambios a Soriano que se prepara para salir, y ahora en plan
chaquetero, vuelvo a muerte con los rojiblancos. Deseo que haya en treinta
minutos un sinfín de goles de Larrivey y Soriano…pero mi gozo en un pozo cuando
el árbitro, dando sólo tres minutos de añadido, pita el final del encuentro con
un mísero cero a cero.
Luego trago saliva, y
veo otro partido en el que tengo un par de jugadores del Éibar. Mientras mis
ojos vuelven a estar oprimidos por el ofuscamiento del juego que veo a través
del Ipad, me pongo en manos del cronista del AS que puntúa las evoluciones de
mis jugadores del encuentro anterior.
¡Por favor que no me
ponga negativos!, pido en voz alta. Me conformo con un dos de Soriano y un seis
de Larrivey por su gran movilidad arriba…
Estoy chinado, lo sé,
pero es que me he viciado a tope.
Me paso el fin de
semana viendo fútbol y hablando por el “Wassap” con los colegas del Comunio
como si no hubiera otra cosa mejor que hacer…
¿Doy pena?, espero
que no.
Espero volver a la
normalidad de verdad, pero mientras tanto: ¡Viva y reviva el Comunio!.
Me piro a ver qué
puntos he sacado esta jornada.
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